martes, 7 de febrero de 2012

Camps reclama un homenaje político en el congreso del PP

El presidente valenciano maniobró para liderar el PP si Rajoy salía tocado en las elecciones gallegas 

 

Una reparación en forma de homenaje. Es lo que exige el ex presidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, después de ser declarado no culpable del cohecho impropio del que se le acusó por haber recibido de regalo unos trajes que según la sentencia se pagó él. La exigencia es a la dirección del PP, la misma que le obligó a dimitir como presidente. Una reparación que deje libre de mácula no sólo sus antecedentes judiciales, sino su honor y su currículum político.
Se lo planteó el ex presidente valenciano a Javier Arenas el fin de semana pasado en Sevilla, entre rezo y rezo ante la Macarena, para darle las gracias por su absolución. Pero a lo que fue a Sevilla fue a pedir una reparación pública, a quien dirigió la estrategia política del PP en el caso Gürtel. La judicial fue obra de Federico Trillo, que según algunos en el PP ejerció de agente doble de Rajoy y de Camps.
De hecho, Camps, que sabe que reconquistar sus cargos es imposible, ya había elegido el sitio para su homenaje: Sevilla. Y hasta la fecha: del 17 al 19 de este mes, en el congreso del PP. Sólo ese homenaje, sostiene Camps, puede paliar el calvario vivido durante tres años.
Francisco Camps sabe, aunque no lo quiera admitir, que puede haber una reparación legal, pero no política. "Las relaciones personales con Rajoy no las arregla ninguna sentencia", dicen en el PP. Entre otras cosas, porque la ruptura no la originaron los trajes. De hecho, Rajoy nunca ha dudado de la honradez de Camps: "Nadie se vende por tres trajes". Pero estos tres años han llevado a Rajoy a la conclusión de que Camps "no era un presidente libre". Que las amenazas o la devolución de favores le impedía gobernar mirando sólo el interés general. Por eso no podía deshacerse de Ricardo Costa.
Rajoy dejó de confiar en el Camps político, más cuando escuchó las conversaciones entre él y el cabecilla de la trama Gürtel en Valencia, Álvaro Pérez, el Bigotes. Frases como la de "amiguito del alma" y lo que se intuye detrás de ella, una forma de gobernar muy lejos del estilo Rajoy, a juicio del presidente del Gobierno, le inhabilitan políticamente. Y aunque Rajoy le llamara el 25 de febrero para felicitarle por la absolución, cualquier restitución en un cargo es imposible, salvo que sea lejos, como penitencia.
Por no haber, no habrá ni fotos de apoyo como las de la sede del PP nada más saltar su implicación, con el comité ejecutivo proclamando su inocencia como en Fuenteovejuna, todos a una.
Era febrero del 2009, y el idilio entre Rajoy y Camps, con el apoyo que el barón valenciano del PP le otorgó para continuar al frente del partido tras la derrota electoral del 2008, seguía vivo.Después llegaron las elecciones europeas de junio y Rajoy le proclamó su amor públicamente, en la plaza de toros de Valencia: "Siempre estaré detrás de ti, al lado, o delante". Y estuvo ahí, creyendo en su inocencia. La que el propio Camps había proclamado tres meses antes –marzo del 2009– en un almuerzo del Foro ABC: "Yo pago mis trajes". Una cita preparada por Camps desde cuatro meses antes con otros objetivos. Rajoy supo mucho después que Camps iba a ofrecerse a liderar el PP si Rajoy salía trasquilado de las elecciones gallegas de unos días antes. Pero Alberto Núñez Feijóo ganó y a Camps le salió lo de los trajes. Otro sueño que se esfumaba y no podría volver nunca.
El PP ganó también las europeas de junio del 2009, y el tiempo corría en contra de Camps. En agosto se archivó provisionalmente su causa, y Rajoy volvió a Valencia en septiembre para celebrarlo al lado de la persona en la que todavía confiaba. Después se levantó el secreto del sumario y aparecieron las conversaciones entre Ricardo Costa y El Bigotes, y Rajoy dijo: "¡Hasta aquí!".
La indisciplina del entonces secretario general del PP valenciano, Ricardo Costa, negándose a abandonar el cargo tal y como Rajoy exigió, y la falta de autoridad de Camps para obligarle, rompió una relación que se ha quedado en lo protocolario, y que la propia dirección tuvo que arreglar con dos enviados. Un 9 de octubre, día de la Comunidad Valenciana, Esteban González Pons llegó a la recepción oficial con una frase que pasará a la historia: "Se acabó la fiesta". Con ello dejaba claro que Costa debía dimitir, lo mismo que le había dicho nueve días antes Rajoy a Camps en un encuentro secreto en el Parador de Alarcón en el que el presidente valenciano le garantizó que cumpliría sus deseos y se desharía de Costa.
Este desapego de Rajoy y ver cómo le iban haciendo el vacío en Valencia y en Madrid llevó a Camps, según personas muy cercanas, a encerrarse en si mismo. Muchos días se conformaba con sentarse junto a su mujer en el salón de su casa y leer las cartas de apoyo que recibía de los ciudadanos. Los únicos que le recordaban. Rajoy esperaba que Camps reflexionara, después de que el Supremo reabriera el caso y ordenara a la Justicia valenciana juzgar al presidente de la Generalitat. Esperaba que renunciara a encabezar las listas a las elecciones autonómicas. Pero Camps, influido de nuevo por el círculo que le manejaba políticamente, se parapetó entre sus fieles, los que tras la absolución han intentando moverle la silla a la que él renunció en julio pasado para sentarse en el banquillo.
Ganó, pero ya es tarde para todo. Rajoy prefiere el estilo de Alberto Fabra y, aunque sea sólo por eso, no habrá homenaje.

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