
Una
de las Españas vuelve a helar el corazón de los demócratas del planeta.
Desde 2010, la persecución judicial contra el magistrado Baltasar
Garzón ha sido una de las noticias españolas recurrentes en los medios
internacionales; desde ayer, jueves 9 de febrero, cuando a Garzón le
cayó la primera condena, la rectitud de la justicia española se
incorpora a la lista de interrogantes razonables sobre este país
suscitados en los últimos años. Otros serían la solvencia de su
economía, la calidad de su democracia y la incorruptibilidad de su
élite.

Las primeras reacciones a la primera condena a Garzón son de perplejidad. En un
artículo publicado en la edición online de la revista Time,
Lisa Abend concluye con esta verdad: “De todos los implicados en el
escándalo de corrupción masiva (Gürtel), sólo el juez que lo investigó
ha sido condenado”. La información de
Time califica a Garzón de
“uno de los más célebres magistrados del mundo”, lo identifica con la
defensa universal de los derechos humanos y recuerda su actuación contra
el dictador chileno Pinochet. La cascada de acusaciones contra él
aceptadas por el Tribunal Supremo, señala, “ha convencido a muchos de
que Garzón es víctima de una caza de brujas (
witch hunt)”.

En un editorial ampliamente difundido en España
, The New York Times analizó el pasado 5 de febrero el juicio de Garzón por intentar investigar los crímenes del franquismo.
Decía: “Crímenes terribles ocurrieron durante y después de la Guerra
Civil española de 1936-1939 sin que ningún tribunal los haya aún
examinado o juzgado. Nadie sabe cuánta gente fue secuestrada, torturada y
asesinada. Ahora, uno de los principales magistrados investigadores de
España, Baltasar Garzón, se sienta en el banquillo por atreverse a abrir
un sumario sobre esas atrocidades”. El diario neoyorquino le daba la
razón: “Él observa acertadamente que, bajo el derecho internacional, no
puede haber amnistía para los crímenes contra la humanidad y que las
desapariciones no resueltas –miles de tumbas masivas no han sido
abiertas- constituyen un delito continuado”. Este juicio a Garzón,
concluye, es “un eco turbador del pensamiento totalitario de la era de
Franco” y “una ofensa contra la justicia y la historia”.

Una
de las habilidades de la actual España había sido la de hacer olvidar
ante sí misma y ante el resto del mundo la negrura (Inquisición,
expulsión de judíos y moriscos, Torquemada, integrismo católico,
Fernando VII, Franco...) de la que procede… y la persistencia de esa
negrura.
Cuando Garzón empezó a ser linchado por osar investigar los crímenes del franquismo, ese disfraz empezó a rasgarse.
El 15 de mayo de 2010,
un editorial de Le Monde decía: “El
caso Garzón
levanta dos cuestiones embarazosas para la España actual. El
ensañamiento evidente de una parte de la magistratura para
desembarazarse de un incómodo electrón libre traduce un inquietante
disfuncionamiento institucional. (…) La España democrática ha alumbrado
instituciones enfermas por su politización, y en primer lugar la
justicia. Y sobre todo, la estrategia del olvido no ha funcionado. Mas
que la defensa de un magistrado de personalidad y métodos
controvertidos, la movilización de decenas de millares de personas en
Madrid estas últimas semanas se dirigía contra “la impunidad del
franquismo”. Los manifestantes reclamaban “verdad, justicia, reparación y
solidaridad con las víctimas”, exhibiendo fotos en blanco y negro de un
abuelo o un tío abuelo enterrando en alguno de los numerosos osarios de
la guerra civil. Estos españoles viven mal que se quiera castigar al
único magistrado que, contra viento y marea, ha intentado ayudarles.”
PS.
Durante la Guerra Civil española, Dashiell Hammett (1894-1961), el
padre de la novela negra, militó activamente a favor de la causa
republicana. Proclamándose neutral, el presidente Roosevelt prohibió el
suministro de armas norteamericanas a las tropas leales a la Segunda
República. Hammett, entre otras muchas cosas, firmó una petición de los
Amigos Americanos de la Democracia Española dirigida a Roosevelt que
decía: “En nombre de la decencia y la humanidad, usted debe revocar la
no intervención norteamericana a fin de que aquellos que no aceptan el
fascismo y el nazismo tengan una oportunidad de luchar por sus vidas”.
Años después, en 1951, Hammett se sentaría en el banquillo de los
acusados por negarse a colaborar con la caza de brujas del senador
McCarthy. Como allí también se negó a responder a las preguntas del
juez, fue enviado seis meses a la cárcel por “desacato”. Según contó
Lillian Hellman, le dedicaron a limpiar las letrinas. En 2011 la
editorial Errata Naturae publicó un libro,
Interrogatorios, que recrea ese episodio.
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